lunes, 1 de marzo de 2010

SOBRE LA LIBERTAD Y LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS

Por Javier de Miguel

Santo Tomás de Aquino definió la libertad como la capacidad del hombre para hacer el bien, una definición que desde luego resulta chocante en los tiempos en que vivimos, donde reinan las falsas concepciones de libertad, todas ellas de origen revolucionario, que bien se podrían resumir en cuatro líneas maestras:

1. Libertad es “poder elegir”, es decir, es tener variedad de posibilidades, y en consecuencia, cuanto más amplia sea dicha variedad, más libres somos. Definición que se refuta fácilmente incluso desde la ciencia, pues psicológicamente se ha demostrado que un exceso de variedad de elecciones desborda nuestra mente, nos hace incapaces de tomar decisiones, y a nuestra voluntad, más voluble.
A ello habría que añadir una limitación física: no es posible elegir todo lo que se quiere elegir, bien porque no se dispone de ello, o bien porque los recursos (tiempo, dinero), son escasos, o incluso sencillamente porque ese algo que me gustaría elegir no existe. Con ello, cualquier restricción a esta variedad que nunca llega a ser total es una coacción a la libertad, y por tanto, genera frustración en quien busca la libertad en ello.

2. Libertad es “espontaneidad”: sería por tanto, decir siempre todo lo que pienso, tal y como lo pienso, hacer todo lo que me place en cada momento, sin limitación ni cortapisa alguna. De lo cual se siguen dos consecuencias: la primera, que cualquier norma, sea penal, de urbanidad o civismo, conllevaría una coacción de la libertad. Y como, de facto, estas normas existen y son necesarias, el hombre no podría alcanzar la libertad. Y la segunda, todavía más impactante: los animales no racionales serían más libres que las personas, pues pueden hacer sus necesidades en cada momento y lugar, y no se plantean si deben o no deben hacer alguna cosa: simplemente la hacen, y si modifican su conducta es únicamente por otro impulso: el miedo al castigo o por la espera de una recompensa.

3. Libertad es hacer lo que deseo, aunque física o psicológicamente no pueda: es el concepto de “discriminación positiva” que se aplica a menudo en ciertos campos, como en el de la educación, también llamada teoría de la tabla rasa, y que básicamente se alimenta de la idea de que cualquier persona posee una serie de derechos que trascienden su naturaleza humana y sus limitaciones: es la teoría por la cual se debe rebajar el nivel de exigencia en el sistema educativo para que “todos quepan” en él. Es, por tanto, una lucha constante contra la propia naturaleza humana, que será, siempre, una batalla perdida, y por tanto, un nuevo muro infranqueable en la búsqueda de esa supuesta libertad.

4. Libertad es “hacer todo lo que se puede (técnicamente) hacer”: es un planteamiento mucho más reciente, pues se ha desarrollado a la par que la revolución tecnológica, y que en el fondo entraña la idea de que la libertad humana es un hito que se alcanza progresivamente en función de los avances científicos, y que por tanto, nunca alcanzará su plenitud, pues el progreso en el conocimiento científico es sine fine.

Todas estas definiciones revolucionarias de libertad comportan una consecuencia terrible y desesperante: El hombre no es capaz de ser totalmente libre. La libertad es una utopía, un muro con el que el hombre acaba siempre chocando, algo que depende de factores materiales externos, y sobre el que no tendríamos ninguna influencia, si no es sometiéndonos a dichos condicionantes externos y yendo siempre a remolque de ellos. Este sinsentido conduce indefectiblemente a la frustración y a la rebeldía del hombre contra su propia naturaleza, y por tanto, al deseo de endiosarse para superar esas teóricas barreras, y por tanto, despierta la tendencia a asimilar más fácilmente el lema por excelencia de la revolución: “Seréis como dioses”.

No obstante, el panorama cambia sustancialmente si nos centramos en la auténtica idea de libertad. En base a la definición de Santo Tomás, el Bien nos hace libres porque nos permite superar la esclavitud de las apetencias cortoplacistas. Y éstas son esclavitudes, porque al basar las decisiones en la apetencia momentánea, nos impiden ver más allá y tomar decisiones que son buenas a largo plazo, aunque a corto plazo puedan suponer un sacrificio o una penalidad, que la libertad hará asumibles si y solo si somos capaces de dirigir nuestra voluntad hacia el verdadero bien. Todo sin perjuicio de que el mal elegido reiteradamente, limita la capacidad de elegir otra cosa que no sea el mal, conllevando esto la pérdida de la auténtica libertad. En definitiva, el bien corrige nuestra miopía y nos permite ver en auténtica perspectiva cual es la verdadera libertad

Y una vez expuesto todo esto, la pregunta es ¿Qué espacio ocupa Dios en la búsqueda de la libertad? La respuesta es contundente: Dios, con su Gracia, al ayudarnos a superar el pecado, nos libera de las apetencias y de los impulsos sensitivos momentáneos, y por tanto, nos desempaña los cristales para ver en relieve el verdadero Bien y dirigirnos sin vacilar hacia él, siendo así plenamente libres. In veritate libertas: tanto la verdad como la libertad existen, son alcanzables, y están relacionadas, de manera que en la Verdad, que es el Bien, nos hacemos genuinamente libres.

Cuando, en 1885, el Papa León XIII escribe la carta encíclica Immortale Dei, sobre la constitución cristiana del Estado, exhorta a los poderes públicos a que permitan y favorezcan que la esencia del cristianismo inspire la sociedad civil, como única manera para que ésta se realice plenamente conforme a la dignidad humana. Y no puede ser más cierto. La historia nos demuestra que la impronta del cristianismo en Occidente ha sido la antesala de la concepción actual de la dignidad de la persona, que si en los últimos dos siglos se ha venido desvirtuando, ha sido precisamente en la medida en que nos hemos ido desvinculando de estas mismas raíces cristianas.

Los fundamentos de una sociedad justa deben estar inspirados en la concepción cristiana del hombre y del mundo, aunque sólo sea por la excelencia de las virtudes que propugna: caridad y respeto hacia el prójimo, sentido del sacrificio, honestidad, auténtico respeto a la mujer, respeto a la vida desde su inicio, recta concepción del bien y del mal, humildad, austeridad basada en el desprendimiento de las cosas terrenas, serenidad ante la dificultad, respeto a la autoridad, honor a la verdad, respeto por la familia y la infancia, etc. Y ejemplos sobran en la historia de lo que ha ocurrido cuando estos principios se han despreciado o arrinconado.

El primer problema es que el concepto de virtud, originario no del cristianismo, aunque completado por éste, y mucho menos de las sociedades liberales, sino de la filosofía griega clásica, ha caído en un profundo ostracismo a base de desdibujarse su identidad como resultado del subjetivismo impuesto por las ideologías revolucionarias. Este subjetivismo llega incluso a negar el derecho de individuos y asociaciones a defender públicamente lo que ellos consideran como verdad, por el mero hecho que se plantee como tal. No es tanto un ataque a “una verdad”, sino a “la verdad”. Por el contrario, la revolución sustituye el término “virtud” por el término “valor”, lo que, para lo que nos ocupa ahora, no significa absolutamente nada, pues el diccionario nos enseña que un “valor” es simplemente un adjetivo, una cualidad de las cosas, pero no encierra en él ninguna noción de bien o mal, pues en sí mismo posee polaridad, es decir, puede ser positivo o negativo. Mientras que la virtud tiene que ver con la verdad, el valor reduce la verdad a la cualidad subjetiva de las cosas, en lugar de a su calificación moral.

Por tanto, los valores son conceptos moralmente abstractos que en esencia no encierran ni virtud ni vicio, sino simplemente convenciones sociales y culturales modificables a golpe de real decreto. Cuando se nos habla, por ejemplo, de “el valor de la solidaridad” lo que de verdad se nos está diciendo es: “El valor de la solidaridad, tal y como lo entendemos hoy, aquí y ahora, y que es tan válido como lo que mañana, allá o después se entienda por solidaridad”.

En definitiva, si lo que el poder político busca es el verdadero bien, está claro lo que tiene que hacer. Por el contrario, si lo que se busca son lacayos, voluntades compradas y esclavos, sociedades débiles y engañadas, libertades que son sólo señuelos, palos y zanahorias, entonces se entiende perfectamente cómo están organizadas las sociedades revolucionarias.

2 comentarios:

  1. QUE PIENSA DE ESTA NOTICIA?

    El Vaticano reconoció este martes que existen casos de abuso sexual de menores cometidos por sacerdotes en Brasil y desmintió que se trate de "obispos", indicó el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi.

    "Se trata de sacerdotes", precisó Lombardi al referirse a las noticias divulgadas por la agencia de noticias brasileña UOL Noticias, que cita las denuncias hechas en un programa de televisión en el que varios alumnos relatan casos de abusos por parte de "dos monseñores y un sacerdote".

    El vocero del Vaticano reconoció que dos de los tres religiosos citados gozaban del título honorífico de "monseñor" aunque eran simples sacerdotes, lo que la iglesia consiente en casos particulares.

    "Se confirmó que ninguno de los tres involucrados es un obispo. Uno de ellos fue retirado de la parroquia y va a ser juzgado por la justicia civil", precisó Lombardi.

    "Los otros dos fueron suspendidos de sus tareas eclesiásticas y están siendo sometidos a un proceso canónico por sospecha de pedofilia, pero hasta ahora niegan todo", agregó el portavoz del Vaticano.

    La página internet de UOL Noticias informó que la iglesia brasileña distanció el fin de semana pasado de sus funciones eclesiásticas "a dos monseñores y un cura" del municipio de Arapiraca, a 130 kilómetros de Maceió, capital del estado brasileño de Alagoas, al noreste del país, tras haber sido denunciados por alumnos de un coro y sus familiares de pedofilia.

    El caso estalló el 11 de marzo, cuando la reportera del programa televisivo entrevistó a varios ex coristas que relataron casos de abusos sexuales cometidos por los sacerdotes con niños y adolescentes.

    Según la publicación, un video muestra a uno de los dos "monseñores", Luiz Marquez, de 82 años, mientras tiene relaciones sexuales con un joven de 19 años. La grabación fue hecha en enero del 2009 al parecer por otro chico que sufrió abusos.

    El joven contó que desde la edad de 12 años, cuando entró a la iglesia, era objeto de interés sexual por parte del llamado "monseñor".

    El caso consternó a la opinión pública brasileña y generó una ola de denuncias de nuevos casos ante la prensa y la policía.

    Según el abogado de "monseñor" Marquez, conocido por ser uno de los religiosos más conservadores de la región, las relaciones sexuales filmadas fueron consentidas y rechazó que se trate de pedofilia.

    El abogado aseguró que los jóvenes intentaron extorsionar al religioso y hasta firmaron, a cambio de dinero, un documento en el que se comprometían a no divulgar el video.

    Los otros dos sacerdotes también niegan todo abuso sexual a menores.

    Se trata del primer caso denunciado recientemente en América Latina tras la racha de escándalos por pedofilia que afecta a varios países de Europa, entre ellos Alemania, Irlanda, Holanda, Suiza y Austria.

    El fenómeno se podría extender al resto del continente tras conocerse este martes que un religioso español de la congregación de los Clérigos de San Viator fue detenido en Chile por posesión de pornografía infantil y por haber abusado supuestamente de al menos 15 menores en colegios españoles.

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  2. Querido Anti,

    Disculpe el retraso en responderle.

    Nadie puede ocultar que hay, dentro de la Iglesia, como dentro de todas partes, pecadores. Y vaya por delante que, en este caso, se trata de pecados especialmente graves que no deben ser ocultados, sino denunciados y combatidos por la Iglesia y por los Estados, como me consta que ya se está haciendo.

    Ahora bien, esto no significa que la fe tenga que juzgarse por la nefasta y anticristiana vida de unos pocos, sino que la fe es en Jesucristo y en su Iglesia, y no en uno o varios miembros de la misma (no se tiene fe en el Papa, sino en Jesucristo y en la misión que a éste le ha encomendado). Pero hay que insistir. La Iglesia, aunque formada por personas, como todas, tu y yo, pecadoras, es santa en tanto que instituida por Cristo, y los pecados de unos no deben servir de pretexto para desvincular la fe en Dios de la Iglesia.

    Y tampoco significa que deba magnificarse injusta e intencionadamente la magnitud del escándalo, ni pretender sin argumentos, cobrarse la pieza más grande, es el Santo Padre.

    También le diré: ojalá se publicasen en los medios con al menos la mitad de ahínco los testimonios de sacerdotes santos, verdaderos espejos de Cristo, porque le puedo asegurar que son muchos más, y hacen mucho más bien, a la Iglesia y a toda la humanidad

    Un saludo en el Señor.

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